Ignacio Ríos, uno de los que hoy le dan más lustre a la abogacía en Zaragoza, me manda al despacho un ejemplar de ‘Maestros de la Transición’. Pocas cosas hacen más ilusión que recibir libros en el despacho. Este es muy especial para mi porque Nacho me lo manda de parte de su tío Manuel Ramírez Jiménez, que ya no está aquí abajo, en una cariñosa tarjeta que me llena de nostalgia, cariño y respeto. Nacho es un embajador del que Manuel seguro que estará orgulloso. Gracias.
El libro, editado por las Cortes Generales, nos trae otras nostalgias. Hay artículos de Gabriel Cisneros, Manuel Fraga, Eduardo García de Enterría, Gregorio Peces-Barba, Andrés Ollero, Jordi Solé Tura, Enrique Tierno Galván, Francisco Tomás y Valiente, del propio Manuel Ramírez, etc. Uno se pregunta qué demonios hemos hecho las generaciones posteriores para convertir la honradez intelectual y la generosidad para con el Estado de toda esta gente en un estercolero con contadas excepciones.
Me detengo en el capítulo de Manuel Ramírez extraído de su libro ‘El desarrollo de la Constitución de 1978’, publicado por Pórtico en Zaragoza en 1983. Es sorprendente comprobar con rigor científico cómo en los debates constitucionales -y aún en los posteriores- la izquierda, apoyada por UCD, se opuso frontalmente a los mecanismos de representación que se alejaran del parlamentarismo representativo, como por ejemplo, y sobre todo, al del referéndum. Fue la Alianza Popular de Fraga, más de derechas que una señal de tráfico, la que insistió y fue derrotada en su idea de arbitrar un sistema de democracia semidirecta. UCD, PSOE y PCE se cargaron la idea de Fraga con sobrada mayoría parlamentaria (232 en contra, 15 a favor). A UCD le daba miedo la desestabilización que podían provocar los referéndum y a la izquierda sus enormes posibilidades de manipulación. Unos adelantados a su época, amigo David Cameron.
Ambos peligros, el de desestabilización y el de manipulación, permanecen intactos a fecha de hoy y, sin embargo, ha cambiado radicalmente la percepción de la izquierda con respecto a la celebración de un referéndum para solventar nada más y nada menos que el problema político más grave de nuestra democracia: la secesión de Cataluña. Más allá de consideraciones legales objetivas (el Tribunal Constitucional los ha declarado ilegales) sorprende la involución de la izquierda en apenas el último año con respecto a su relación con el marco político nacido y desarrollado en el periodo constitucional. Hasta el punto de que vistas las alianzas con las que el PSOE pretende gobernar en España podría parecer que lo más útil para la izquierda al reintroducir en el debate la posibilidad de votar en referéndum un derecho de autodeterminación en Cataluña es precisamente la posibilidad de manipular y desestabilizar. Con el orden legal y constitucional vigente es imposible contentar a los socios del futuro.
No sé qué estará pensando por ahí arriba Manolo Ramírez sobre la política española de hoy. Me lo imagino incómodo viendo cómo los partidos llegan anunciando antes con quién pactarán después -algo insólito- y muy crítico con los líderes de nuestra generación. Le pediré desde aquí abajo que no sea excesivamente ácido al juzgar a nuestros políticos porque tal vez aquellos maestros de la Transición lo tuvieron más fácil. Estaban en las cátedras y en el Parlamento, en las musas y en el teatro, pero tuvieron el apoyo de los talleres y los despachos, de las fábricas y los comercios, de la calle. De una sociedad mucho más empática y humilde que la sociedad surgida tras esta nuestra tercera revolución industrial. Tenemos una sociedad real marcada a fuego por la sociedad virtual. Repleta de individuos que ni escuchan ni ceden y que solo pretenden imponerse en el juego infantil y estúpido de creerse siempre en posesión de la verdad. Un juego nada fértil porque el sordo locuaz olvida que su intransigencia choca con la intransigencia del sujeto locuaz y sordo al que pretende convencer.
Comentarios recientes